Wednesday, October 11, 2006

Una carta

Las luces de los espectaculares se reflejan sobre los charcos. Una lluvia perezosa se dejó caer sin lograr refrescar del todo lo cicatriz que dejó el sol sobre las calles. Y ya de noche me asomo a la ventana mientras todo mundo duerme, para ver si así mi piel se calma un poco y deja de sentirse brasa ardiendo.
Si fumara seguramente lo estaría haciendo, así que solo llevo un lápiz a mi boca e imito el gesto, y el humo imaginario sale mezclado junto con tu recuerdo.
Pienso en ti como lo hice cuando descubrí tu voz. Cuando me asombre con tu fotografía infantil. Como la primera vez que me atreví a escribirte porque reconocí algún eco en tus palabras. Pienso en ti y en tu tacto tierno y dulce.
Recuerdo el aroma dulce que tiene tu piel. Tu sonrisa, el sabor de tus besos.
Seguramente la noche será larga porque no veo aparecer el sueño por ninguna esquina.

Así que decido empezar a escribirte esta carta acompañado de la plaga de grillos que habita cualquier rincón oscuro en esta casa. ¿Te gustará?
Decido empezar con un trillado dos puntos y decirte que tu nombre me gusta, y que me gusta como suena mi voz al pronunciarlo, pero borro el párrafo y comienzo de nuevo. Esta vez es el coro de una canción, pero es demasiado fresa y pop, además de que no pienso enviarte la canción por correo, así que de nuevo desaparece el estribillo y me detengo a pensar en ti, a saborear el recuerdo que tengo, a sentir latir tus palabras.
Ojalá estuvieras aquí. Anotando palabras nuevas sobre mi piel, tatuandome imágenes con tus labios, creándome y recreándome en tu voz...

Afuera la noche es cada vez más noche, aunque en esta ciudad el cielo nunca sea negro. Pienso en ti e inevitablemente mi corazón se sobresalta.

Con amor

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