Friday, February 12, 2010

en días como hoy...

Siempre me pasa que cuando escribo, tengo esta necesidad de trascendencia por medio de las palabras, que de una u otra forma, me obliga a pensar que lo que escribo, me parezca lo suficientemente relevante para plasmarlo en el blog o en una hoja de papel. Así que mi cotidiano casi siempre sale del espectro de lo narrable, a menos que forme parte de algo que me tambaleé los sentidos.

De igual forma me sucede con la vida cotidiana. Mi quehacer diario me parece inenarrable precisamente por ser cotidiano, me parece indigno de ser contado o reseñado. A la pregunta de que hiciste hoy, siempre mi respuesta tenderá a buscarle una salida para no tener que decir que lo que hice hoy, se parece en demasía a lo que hice ayer y a lo que hice anteayer y así ad infinitum.

Nunca nadie me enseño a contar mi cotidiano, y aunque muchas veces veo o escucho como la gente lo narra en blogs, libros, cuentos, periódicos, etcétera, yo no tengo esa facilidad para volver la costumbre en algo “digno” de ser vuelto historia, de hecho mi educación familiar me dicta constantemente que la costumbre es sinónimo de mediocridad, por ende mi subconsciente me dice que festejar la mediocridad volviéndola palabras escritas es injustificable, así nomás.

Con los años y la edad, he aprendido que la mediocridad debe festejarse, o al menos yo debería festejarla más constantemente, después de todo, la mayoría de nosotros somos medianos en los aspectos de la vida, yo lo soy, y en este intento de todos los días ser algo nuevo o digno de ser celebrado, me he gastado la felicidad y muchas veces la he dejado ir.

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