Saturday, June 25, 2011

Sicila, Calderón y el abrazo del diablo

Estamos hasta la madre.

Muchos mexicanos estamos hasta la madre de la impunidad, del cinismo, de la incongruencia, de la falta de oportunidades, del esfuerzo extra que ya es la vara con la que nos medimos siempre, del abuso, de la corrupción, de la desigualdad, de la violencia.

Muchas voces se sumaron a un coro que hacía retumbar el suelo, con la idea de volverlo a hacer patria. No la patria de las novelas históricas, ni la patria futbolera de vestirse como chile verde, no, sino una patria que es nuestra raíz, que es el territorio donde nuestros muertos alguna vez fueron vivos para que nosotros naciéramos, y el derecho que eso nos da de ser libres, sin miedo para seguir el ciclo de la vida y algún día ser un muerto que construyó para los vivos.

Así caminando cientos de kilómetros, o solo estando pendientes, muchas voces se alzaron para recuperar lo que es suyo y que les han quitado por años de abusos de poder. La criminalidad también es un abuso de poder.

Sin embargo, hace unos días, en el encuentro de Javier Sicilia y Felipe Calderón, ese abuso de poder volvió a comerse y dividió lo que era un coro de miles de voces. Lo volvió voces aisladas pidiendo soluciones simplísimas a problemas que no son menores, pero que si son menos que todos ellos juntos.

Felipe Calderón se regodeó en la retórica del poder, en el discurso de negociación aprendido para tratar con terroristas, en el raport, en la empatía simulada, y en la división silenciosa del contrario. Hizo gala de un conocimiento mayúsculo de técnicas para envolver y hacer sentir al interlocutor tan cercano y escuchado, que las voces que reclamaban se escuchaban esperanzadas y anhelantes ante la simulación de soluciones. Resultaba apabullante oír las peticiones por una junta con la PGR para ver un caso, porque la PGR hiciera su trabajo en otro lado, por conseguir el dinero para un mausoleo en memoria de los 40 mil muertos, hacer una comisión que se reunirá de aquí a 3 meses, cuando los muertos se acumulan por decenas o centenas diariamente.

Fue ridículo oír al presidente aceptar su error de lanzarse a una guerra apoyado en instituciones infiltradas y carcomidas por a quien combaten. La serpiente que se muerde la cola, y así, con ese cinismo aceptado, oírlo decir que él en su investidura de presidente, "hace lo que puede con lo que tiene al alcance". Yo, en mi ámbito más humilde, también hago lo que puedo, ¿y aquel que se sumó al narco porque fue lo único que pudo hacer, también está exculpado? La diferencia es que al señor presidente, todos los mexicanos le pagamos con nuestros impuestos, y al menos yo, no acepto esa excusa como válida ante la falta de resultados concretos que se vean reflejados en las calles, en los pueblos secuestrados, en los desaparecidos, en las instituciones que siguen siendo corruptas, y sobre todo, en la ruta del dinero que sigue fluyendo sin interrupción alguna.

Lo que empezó siendo un reclamo digno, terminó siendo una reunión con el secretario de gobernación para resolver un crimen del fuero estatal. Lo que comenzó siendo la voz de miles, se separó en causas, que si bien son justas, diseminan y disgregan un incipiente movimiento ciudadano que requiere de seguir unido para ser la voz que mueva los engranes para recuperar la patria.

Lo que se exigía, como sociedad civil, para hacerle ver al poder que el poder emana del pueblo, terminó siendo un abrazo retratado en todas las portadas y noticieros, un abrazo simulando la reconciliación y el alcance de metas concretas. Un abrazo, que visto desde los ojos del poder corrupto y manipulador, señala una batalla ganada para seguir siendo dueños de todos nosotros. Para seguir dándonos atole con el dedo. Para seguir mamando del poder, mientras el pueblo se muere de miedo, por violencia y por hambre. El brazo del diablo nos envuelve.

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