
Todo empezó con una pequeña llama de tu lado.
Cuando la vi, me fascinó su fuego y su calor.
La compartiste conmigo diciendo: “con el tiempo será tuya.”
Tuve que esconderla, guarecerla de truenos y relámpagos
Varias corrientes de aire quisieron apagármela, pero la cuidé velando su sueño de fogata, así creció y se me volvió fuego de hogar.
Algún día lo desataste, lo hiciste llamarada entre tus besos.
Con tus abrazos le diste forma de fuego feérico sobre tu piel, y al rojo vivo le tatuaste una luna en cada latido.
Llegó a pensar que se volvería una llama eterna.
Sin embargo, vientos de cambio soplaron.
Sin que entendiéramos un día dijiste: “hay que apagarlo”
Entonces se volvió incendio. Descontrolado, aturdido, furioso.
Queriéndose quemar a si mismo, quemó sus naves y prendió fuego a las esperanzas en su afán de volver a ser un fuego hermoso.
Cuando no hubo nada más que quemar, comenzó a incendiar el tiempo y las palabras. Quemó todo.
Desde entonces palidece y se alimenta de casi nada.
Quema algunas ilusiones, algún sueño, algún destello del futuro.
Con angustia veo como se consume. Como se duele. Como se apaga.
El fuego se salió de control de ambas partes. No eres tú.
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