Es cuatro de enero del año dos mil diez y empiezo a escribir ese relato de viaje porque me es necesario. Así lo llamo porque no se deque otra manera decirle, y me es necesario porque necesito una raíz, necesito reencontrarme con mi muertos y olvidar a los demasiado vivos.
¿De que se construye una raíz? ¿Para que sirve?
En flash back veo un camión recortado contra un cielo azul profundo, estoy en Tijuana a 3,896 kilómetros de donde pensé que se encontraba mi raíz. En un pensamiento cliché reparo en que tuve que venir tan lejos para recordar una frase de libro de autoayuda: la belleza está en quien mira y no en lo que es mirado.
La belleza que yo veo en ti, está en mí. Me descubro pensándote y una sucesión de clichés reparo en que alguna vez leí que solo las historias de desamor son las que nos impactan, ahí están Romeo y Julieta para sustentar mi argumentación barata.
Un letrero de Bienvenido/ Welcome me interrumpe y me saluda. Todas las historias ya han sido contadas y empezamos a reciclarnos.
Cuantos clichés en unos cuantos renglones, y como en película “b”, tengo un flash back dentro de mi flash back, que me empuja hasta el momento preciso en que tú presionabas tus labios contra mi cuello y me decías: me gustas, y de ahí brinco al instante en que mi corazón se rompió, el preciso instante en que escuche como se rajaba mi músculo cardiaco, mientras por teléfono tu misma voz me decía: ya no quiero nada de ti. Mi corazón se detuvo un segundo completo y nunca más volvió a funcionar correctamente.
El flash back termina en disolvencia a blanco y en este mismo instante, escucho como mi corazón rajado me empuja a caminar hacia un desierto donde debo buscar mi raíz. Debo construirla.
La belleza está en mi, solo debo encontrarla, solo debo cimentarla, solo debo…
Cuantos clichés y apenas comienzo…
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