Tuesday, January 19, 2010

seis días

El primer día amaneció y al despertar se percató inmediatamente de que le hacían falta los dedos meñiques de las manos y de los pies.

En el lugar habitual que ocupaban sus dedos, solo había un espacio vacío e insensible. En realidad no era nada grave, pensó, ya que no había cicatriz, no había dolor, y tan solo le hacían falta esos pequeños dedos que aparentemente no servía para absolutamente nada. En algún lado, incluso, había leído que algún día el ser humano perdería esos dedos por causa de la evolución natural, pero nunca pensó que fuera a él a quien le tocara evolucionar de manera tan repentina.

Lo único que le incomodaba era que sus manos y pies se veían un poco deformes y que sus guantes y sus zapatos ahora no le ajustaban perfectamente, como lo habían hecho hasta el día anterior, un precio modesto a cambio de ser el primer ser en evolucionar al perder apéndices innecesarios.

Al siguiente día perdió todo el cabello, ningún pelillo asomaba de su piel. Completamente calvo de todo el cuerpo, incluidas cejas y pestañas. La luz le molestaba un poco y el aire se le colaba a los ojos. Tuvo que usar gorro todo el día para que su cabeza no se enrojeciera con el sol débil de los días de agosto y la nariz le dolía pues absorbía todo el aire sin calentamiento previo y sin el filtrado de los pequeños pelillos que van deteniendo todo lo que se quiere colar por nuestras fosas nasales.

El tercer día aparentemente no había sucedido nada, sin embargo había perdido la capacidad de sudar, no expiraba agua por ningún lado y como este era un cambio muy sutil, ni siquiera lo notó.

El cuarto día apenas despertó y comprendió que todo lo que había sido un orificio en su cuerpo se hallaba sellado por una capa de piel. La nariz, la boca, el ano… cualquier orificio ya no lo era y además ahora ya solo tenía la palma de la mano sin ningún dedo. Le sorprendió un poco darse cuenta de todo ello sin sus habituales sentidos de la vista o del olfato o del tacto. Ahora sentía y "veía", si es que nos permitimos la libertad de llamarle así a ese nuevo sentido, de un modo inexplicable para él, ya que estas nuevas sensaciones no tenían comparación con nada de lo que hasta anteriormente había sentido.

Al quinto día casi parecía una masa amorfa. Lo único reconocible era un amasijo de piel como si alguien hubiera hecho una bola con este material y se le hubiera olvidado rellenarla con cualquier cosa.

El sexto día ya nadie lo reconoció ni siquiera por la piel. Había terminado por transformarse en una especie de gelatina para fiestas, con lindos colores por dentro y ese temblor característico de una gelatina bien hecha. Perfectamente cuajada y de un sabor que recordaba a quien la probara, que las cosas no siempre son lo que aparentan, eso y un poco de arándano con cereza.

1 comment:

  1. Recomendación literaria: El animal sobre la piedra de Daniela Tarazona, ed. Almadía http://www.letraslibres.com/index.php?art=13644

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