Thursday, January 14, 2010

Crónicas desde las nubes. Capítulo tres. El torito

Todos los mexicanos saben que Pepe el Toro es inocente, pero me pregunto ¿De donde proviene el apodo de El Toro a un carpintero macho que chiflaba canciones cursis en la pantalla grande?, pero más aún ¿De que se habrá chorreado su mujer para que se le quedara el apodo de La Chorreada? Otra de esas miles de preguntas estúpidas que se me ocurren todo el tiempo, y que forman parte de lo que verdaderamente soy, mientras estoy en convivencia con los demás.

Interrumpo mi tren de pensamiento porque debo apurarme, afuera ya están todos, y mientras me quito la chamarra de nylon, escucho como el Torito prende sus primeros cohetones y comienzan a silbar acompañados de gritos y carcajadas.

Tomo el costal hecho capa de yute y salgo al patio. Ocultos tras la puerta que da a la calle están parte de mis amigos, todos huyendo del torito, algunos otros están afuera corriendo entre el humo y la lluvia de pólvora encendida.

Salgo a la calle, con el corazón palpitando fuerte, las manos tensas, esperando el momento. En cuanto me pasan el torito, se que estoy en un rito de iniciación y que he tomado camino hacia un lugar fuera de mi y de mi paisaje cotidiano. Todo cambia y ahora estoy debajo de una lluvia de estrellas ensordecedora. Camino sin saber muy bien como y de hecho mis pasos parecen lentos y amortiguados. Todo el tiempo parece correr muy lento, tanto que la calle parece sumergida dentro de agua coloreada por los cuetes del toro.

Me veo sin verme. Me escucho sin oírme, todos los demás tienen muecas parecidas a sonrisas y cada vez que quiero acercarme corren alejándose. Una carrera simulada y corta. Todo se ilumina mientras los cuetes chillan en éxtasis. Mi cuerpo se mueve solo y únicamente responde a las sensaciones de dolor cuando el hule derretido o las chispas de pólvora caen chamuscando la piel. Mis ojos bien abiertos dejan entrar toda la luz sin interpretar nada. Todo es primigenio, y entre las centellas que chamuscan la piel encuentro la libertad y la inocencia. El Torito es inocente pienso y me dejo llevar, esta vez no hay túnel, solo la luz y yo estamos al final.

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